Lo que no pasó: cómo sanar la repetición inconsciente y transformar heridas en psycatrices
Freud, Gabor Maté y el origen invisible del sufrimiento emocional
El eco de lo no vivido: cuando el trauma es ausencia
Cada uno de nosotros —me atrevo a decir, sin excepción— ha atravesado momentos traumáticos desde el inicio mismo de la vida. “El trauma es un hecho de la vida”, Peter Levine. Y no se trata solo de grandes eventos, sino también de pequeñas heridas que nunca fueron vistas, nombradas o contenidas.
Hace poco, revisando viejas capturas de pantalla, me encontré con una frase de Luciano Lutereau que compartió en un post de 2023:
“La fuerza del pasado no está en lo que pasó. Paradójicamente, lo que se repite en nuestras vidas es lo que no pasó.”
Al leerla esta vez, me atravesó distinto. Tal vez porque hoy resuena más profundamente en mí. No solo la entendí —la sentí— en el cuerpo, una y otra vez. En mis propios procesos personales y también acompañando a muchas personas heridas por lo invisible:
Aquello que no pudieron recibir.
Lo que no supieron nombrar.
Lo que nadie validó.
Aquello que se repite en nuestras relaciones, emociones o conflictos más profundos muchas veces no tiene que ver con un evento claro. A veces, lo que más pesa es lo que nunca ocurrió:
Ese abrazo que no llegó.
Esa palabra que no se dijo.
Ese cuidado que no estuvo.
Desde el psicoanálisis hasta las neurociencias del trauma, autores como Freud y Gabor Maté —tan distintos entre sí— coinciden en algo radical:
Lo no vivido no desaparece. Se repite.
Y no como recuerdo -aunque la memoria corporal sí tiene su papel aquí-, sino más como un patrón, o como una sensación corporal. Se expresa en síntomas internos y externos, como un dolor físico o emocional que no podes explicar. Se manifiesta como una elección que parece tuya, pero que en realidad es del pasado.
Freud y la repetición: el eco de lo no simbolizado, lo inconcluso pide volver
Aunque no soy psicoanalista, pasé muchos años en análisis y tengo un profundo respeto por el pensamiento de Freud. Me conmueve cómo su obra se tejió también con los hilos de sus propios traumas —personales, familiares y sociales—, que sin duda marcaron su mirada sobre la psique.
Uno de los conceptos que más me impactó fue el de la compulsión a la repetición: esa fuerza inconsciente que nos lleva a recrear, una y otra vez, vínculos o escenas similares a las que nos dejaron una marca de dolor. ¿Por qué lo hacemos?
Porque, en algún rincón profundo, seguimos esperando que esta vez, por fin, ocurra lo que nunca ocurrió.
Que mamá sea tierna.
Que papá nos vea.
Que alguien no se vaya.
Recuerdo el momento en que vi eso con claridad, como un baldazo de agua helada. Fue durante una terapia en la que buscaba salir —y luego, recuperarme— de una relación codependiente.
Ahí entendí: repetir no repara.
Y el inconsciente no entiende de calendarios.
Actuamos como si aún estuviéramos en aquella escena antigua, intentando —una vez más— cambiar el final.
En ese punto, Freud hace un giro fundamental: ya no alcanza con recordar, con revivir. Hay que duelar.
Y no solo lo que perdimos, sino aquello que nunca tuvimos.
La madre que no fue como la necesitábamos.
La infancia que no pudimos habitar.
La seguridad emocional que jamás llegó.
Como dice la psicóloga Nilda Chiaraviglio:
“Para ser adultos, hay que dejar de ser hijos.”
Y eso —ahora lo sé— no se trata de renegar del pasado, sino de reconocer lo que faltó y dejar de buscarlo en lugares donde ya no puede aparecer.
Ese es el verdadero inicio de algo nuevo.
Gabor Maté y el trauma como desconexión
El Dr. Gabor Maté, con un enfoque más somático y vinculado al trauma, propone algo similar desde otro lenguaje. Primero afirma que etiquetamos erróneamente el trauma. El trauma no es lo mismo que el sufrimiento, y no todo acontecimiento estresante es traumático, aunque todo acontecimiento traumático es estresante. El trauma limita y constriñe.
“El trauma no es lo que te pasó. El trauma es lo que ocurrió dentro de ti como resultado de lo que te pasó.”
Mi vínculo con Gabor empezó por recomendación de un amigo psicólogo, João Ferreira, mientras vivía en Portugal. Al poco tiempo, vi su documental The Wisdom of Trauma. Lloré. Sentí. Me identifiqué profundamente.
Volví a Porto después de unos días en la Costa de Caparica y me postulé para formarme en el modelo creado por Gabor y Sat Dharam, Compassionate Inquiry. Fue un proceso transformador. Desde entonces, integro su mirada en mi trabajo, con una convicción que nace de la experiencia vivida.
Decía entonces, que lo que no pasó, lo que no se nombró, lo que no fue visto, genera una ruptura interna. Gabor afirma que el trauma no se relaciona solamente con los eventos que "no deberían haber sucedido", basta con que las cosas buenas que debieron ocurrir, no ocurrieron:
El amor que no recibimos
La contención y la reparación que no tuvimos
Las verdades que no pudimos decir
El trauma nos desconecta y el cuerpo se desconecta para sobrevivir.
Reprimimos emociones, necesidades y deseos.
Nos adaptamos. Y esa adaptación fue, muchas veces, una estrategia de amor.
Pero cuando seguimos viviendo desde esa adaptación, como adultas/os, lo que antes nos protegía… ahora nos limita.
Historias que se repiten: ejemplos cotidianos que quizás vives
● Te vinculas con personas que no pueden cuidar de ti emocionalmente
● Das mucho, pero no sabés cómo recibir
● Repites las mismas peleas y no entiendes por qué duelen tanto
● Evitas conversaciones por miedo al rechazo
● Te muestras independiente al extremo para no necesitar a nadie
● Vives en tensión o ansiedad como si fuera normal
● Te comparas, te minimizas, callas
● Esperas validación constante, y si no llega… te alejas
Estas no son fallas. Son huellas. Son patrones que nacieron como formas de sobrevivir, pero que ahora piden ser vistas y transformadas.
Muchas personas que forman parte de la comunidad LGBTQIA+ saben —en carne propia— lo que significa crecer sin poder ser vistas en su autenticidad. La ausencia de validación, el silencio frente al sufrimiento o el rechazo explícito por ser quienes son, también dejan heridas invisibles. En mi facilitación, acompaño a personas del colectivo en ese camino que merece ser seguro, digno y profundamente humano.
¿Cómo se corta ese ciclo? Un camino posible
Gabor Maté me enseñó a mirar el trauma desde otra lente: la de la reconexión con uno mismo, la de la posibilidad real de sanar. El foco deja de estar en lo que sucedió afuera —el hecho traumático— y empieza a estar en lo que sigue vivo adentro: la experiencia emocional que permanece.
Gabor dice:
“El pasado es importante en la medida en que nos ayuda a comprender el presente. Y el trauma es lo que todavía está con nosotros, porque sucedió dentro de nosotros. Y si está en el presente, entonces podemos hacer algo al respecto.”
Sanar es un camino único para cada persona.
Y aunque no hay una fórmula, sí hay algo que he visto funcionar: en mí, en otros, y en los procesos que acompaño.
Te comparto algunos elementos centrales de ese camino:
Aprender a sentir de forma segura. Estar en contacto con tus emociones, tus necesidades, tus narrativas internas.
Reconocer las creencias y sentimientos sin identificarte con ellos. No eres tu miedo. No eres tu vergüenza. No eres tu historia.
Crear un espacio interno donde pueda emerger tu verdad. Un lugar en ti con suficiente seguridad y compasión para dejar de huir y empezar a mirar.
En sesiones, guío a las personas a volver al presente, a habitar el cuerpo y a experimentar lo que emerge con una presencia que no juzga. Es en ese estado donde empezamos a entrar en contacto con el núcleo emocional de la herida.
“Dad palabra al dolor: el dolor que no habla, gime en el corazón hasta que lo rompe.”
— William Shakespeare
Y aunque nombrar ya es un acto terapéutico, integrar el trauma requiere algo más.
Esto lo entendí de manera profunda en mi formación en Compassionate Inquiry, el modelo creado por Gabor Maté. Una de mis mayores maestras allí fue Sanjog Kaur, hoy directora de CI en Español, con quien tengo el gusto de colaborar como voluntario en el equipo. Fue en una sesión con ella donde comprendí —desde el cuerpo, no solo desde la mente— la importancia de la validación somático-emocional.
Sin integración, el trauma exige resolución a través de la repetición.
Con la integración, abrimos espacio a lo nuevo.
Lo que sí puede pasar
Sentir y elaborar el duelo por aquello que no fue.
Liberar el cuerpo de respuestas automáticas que antes nos protegían y hoy nos atan.
Reescribir nuestro presente desde la verdad emocional, no desde la herida.
Esto no se hace solo.
Y tampoco se hace “rápido”.
Pero es posible.
Y cuando se puede, se vive distinto. Porque no es una terapia que repite. Es una terapia que repara.
“Ante una consulta de Dante, uno de los condenados en el Infierno le dice que allí el alma puede ver el futuro, pero no el presente.
Perder la capacidad de ver el presente… ¿no será acaso eso una forma de infierno?”
— Gabriel Rolón
Me lo pregunto a menudo cuando veo cómo algunas personas viven atrapadas entre recuerdos que duelen y futuros que temen, sin lograr estar en su cuerpo, en su ahora, en su verdad.
Y por eso también elijo cerrar con esta frase de Peter Levine, que escuché en una clase muy especial con Gabor Maté:
“El trauma no es el fin. Es la puerta de entrada al despertar del cuerpo y a la libertad emocional.”
Mi propósito es acompañar ese cruce de umbral
Ofrecer un espacio seguro, donde lo que no pasó pueda ser sentido, llorado, validado. Donde las heridas puedan dejar de sangrar en silencio y empezar a transformarse en psycatrices. Donde puedas volver a ti.
¿Te resonó lo que leíste?
Si sentís que algo de esto te habla, quizás sea el momento de empezar tu proceso. El inicio de un nuevo capítulo.
Escríbeme. Podemos conversarlo.
No tenés que seguir repitiendo lo que no fue.
Podés escribirme desde psycatrices.org o encontrarme en redes. Estoy acá.